
PEPELU FERNÁNDEZ
Soy Pepelu. Escribo novelas, cuentos y canciones.
Nací en un pueblecito gallego, Combarro. Allí, los escalones de piedra se sumergen en las aguas atlánticas para bucear durante toda la mañana y atardecer preñados de algas y mejillones. Hace frío y las ancianas son parte de la lluvia.
Crecí en Castellón, una ciudad plana. Aquí, el sol mediterráneo perfora nuestros cielos petroquímicos. Hace calor, las noches se inflan de música y los humanos se cuelgan de la luna. Cualquiera es familia y el valenciano suena amable. También hay mar, pero este parece cansado, quizá lleve demasiadas historias a cuestas.
Me enamoré de la literatura a los diez añitos. Me impactó ver a Smaug en la portada de El Hobbit. Entonces entendí que las palabras, bien ordenadas, podían crear emociones en las personas. Y bueno, me he pasado la vida aprendiendo a utilizar esa magia. Aunque en aquel entonces solo narraba partidas de D&D con mis amigos y pasaba las tardes leyendo las novelas de Reinos Olvidados.
Descubrí en la música la varita perfecta para conjurar la magia del castellano. De adolescente, grabé maquetas de rap y aprendí a tocar la guitarra. En 2005, mis amigos y yo formamos Abortos de Satán y bueno, se convirtió en un modo de vida durante la siguiente década. Cuando me quise dar cuenta, ya era adulto y habían pasado tres discos, dos giras nacionales y toda una vida registrada en canciones.
La poesía apareció como auxilio. Estaba perdido, enfermo y triste. Así que transformé mis emociones en Azulejo, que no es otra cosa que un poemario llenito de tinieblas y gritos. Dos añitos más tarde, apareció su contrapartida luminosa, Poemas del primer mundo. Aquí florecieron mis primeras fantasías, palabras de amor y algunos cuentos de ciencia ficción.
La música volvió, pero mi corazón roto no soportaba otro matrimonio. Le propuse una relación canalla y nocturna. Y bueno, hasta el día de hoy. La banda se llama Lagarto Spok. Nuestros hijos son dos EP y una modesta gira de garitos. El rock fluye espontáneo. Se mezcla con el rap, el punk y el metal. Y por lo que parece, le sienta bastante bien.
Aquí empieza mi historia como novelista. Resulta que, desde las mazmorras de mi pecho, oía los gritos de un proyecto pendiente. Al final quedó absuelto. Y normal, pues, idiota de mí, estaba digiriendo una cantidad temeraria de lágrimas, historias, viajes y lecturas. Al final, todo eso maceró para esculpirse en forma de novela: La tumba del color azul. Una ficción histórica de aventuras, ambientada en la guerra y posguerra civil española. Fue como cincelar mi rencor hasta darle forma.
Toda mi historia se pliega en este punto, pues a mis treinta y cuatro trabajo de carretillero en un centro comercial. Y la mente, cuando no tiene escapatoria, fabrica puentes. He pasado los últimos años diseñando un mundo para esos personajes que inventé de crío cuando leía novelas de dragones. Ahora, como adulto, les he dado vida, geografía, idiomas, criaturas fantásticas, lecturas, política, historia e incluso fe. He dibujado mapas, tejido una red de sucesos y lo más importante, he escrito una historia.
Soñaré tu cielo de carbón, verá la luz en 2023 y será el primero de dos tomos. Una historia de fantasía industrial donde esos cielos petroquímicos y las mareas atlánticas se dan la mano. Claro que con dragones, todo mejora, ¿no?


Celeste, de La Tumba del color Azul
Por Paula López
